Aunque el año pasado fuimos fieles a nuestra tradición de celebrar los Reyes Mayos, tengo que confesar que cada vez me da más ternura el viejito Pascuero (como lo llaman aquí). Y es que es muy difícil luchar contra el marketing que hacen los anuncios y los centros comerciales.
¿Cómo les explico a los niños que todos los vecinos tienen sus regalos el 25 de diciembre y que ellos los tienen el 6 de enero, y aún mejor , que los Reyes Magos se desvían de su itinerario esa noche para llevarles a ellos, solo a ellos, los regalos?.
Por suerte este año no nos fue muy difícil contagiarnos de la ilusión de los niños la noche de Reyes. Y es que aunque la cabalgata de Reyes de Valencia no es de las mejores cabalgatas, con lo ojos de los niños se ve impresionante (sobre todo si tenemos la gran suerte de verla desde la casa de los suegros de mi hermana en plena Plaza del Ayuntamiento, muchas gracias).
Esta es la llegada de sus Majestades a la plaza del Ayuntamiento. Tengo que explicar que jaleamos a cada uno de ellos porque cada miembro de la familia le escribe la carta a uno; Rocío y sus primos son de Baltasar, Nico es de Gaspar (por eso se ser pelirrojo) y yo soy del Melchor (que por algo es el primero). Y aunque eso significa que hay que dejar comida y bebida para los tres y sus camellos, siempre he pensado que si entran los tres en casa el peso de los regalos se lleva mejor y seguro que algo más cae seguro.
Y yo que siempre pienso en todo me acordé de llevarles las cartas que ellos habían hecho, dibujado más bien, con los regalos que querían, por si finalmente podíamos entrar en el ayuntamiento y se las podían dar en persona. Y con un poco de suerte y unas llamaditas por aquí y por allí (gracias mamá) pudimos entregarlas.
Y después de una noche mágica llegó la mañana de Reyes.