MI proposito para el 2017: Voy a quererme como soy

Se acaba el año señores y toca hacer balance de este 2016. Aterrizamos a trompicones y sin casi tiempo para asimilar que habíamos acabado nuestra aventura en Chile. También que empezábamos una nueva vida en Inglaterra y ahora mis hijos son prácticamente bilingües.

Hemos logrado muchas cosas en el 2016, por qué no decirlo (es el momento de las palmadas en la espalda) y muchos momentos no han sido fáciles. Pero ahí está lo interesante de la vida: sin esos momentos no sabría valorar los otros, los que son más tranquilos y en los que sólo hay que dejarse llevar.

Con el 2017 a la vuelta de la esquina toca ponerse objetivos nuevos. Tengo mil en la cabeza, muchas cosas que quiero mejorar y retos que quiero alcanzar, pero para poder hacerlo bien creo que sólo debería elegir uno. Uno que sea el que más necesite, el que no pueda hacer esperar.

En el 2017 voy a quererme como soy

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Queda muy de eslogan de perfume, pero aunque parezca muy superficial, muy de palabra bonita, es el más sincero de todos los que podía haber elegido.

Este año voy a aprender a quererme como soy:

Sin filtros en las fotos para intentar mostrar a los demás la cara perfecta que no tengo, más bien todo lo contrario. Apenas recuerdo ponerme crema en las noches para tener un buen cutis. Me salen unas indignas arrugas en el labio cada vez que quiero dar un beso y me encantaría tener pestañas divinas de las que se pone la gente y que te deja una mirada estupenda. Mas bien soy un poco desastre, a quién quiero engañar.

Con mi fino y escaso pelo. Fino de naturaleza, y escaso por su caída en la época de lactancia de mis bebés. Otro recuerdo del sacrificio que hacemos las madres por nuestros hijos.

Con mis michelines que asoman por encima mi cintura. Me hacen efecto «gusanito» cada vez que me pongo un pantalón. Esos «michelines cadereros» que junto a mi barriga flácida me recuerdan a diario que he dado a luz a 3 hijos y que nunca, repito, nunca, volveré a meterme en aquel abrigo rojo tan bonito que tenía a los 20 años.

Ése es el error: quererme meter en mi ropa de 20 años cuando tengo 35.

No sé si os lo he contado alguna vez, pero recién casada en España empezaron una campaña para renombrar las tallas de la ropa. Al parecer la gente se quejaba por que la talla L era para una mujer con proporciones normales y no grande, como en teoría debería de ser. 

Iban a elegir a mujeres al azar para hacer los nuevos estudios y yo recibí la carta para formar parte de las mediciones, pero parece que luego nunca se llevó a cabo.

Si en aquel momento me llegan a tomar medidas, hubieran llegado a la conclusión de mi cuerpo era tipo «palillo chino», ni rombo, ni manzana, ni pera. No como ahora que tengo el tipo gusanito de seda.

En fin, que los cuerpos cambian. A veces más de lo que quisiéramos, pero solo nos queda asumirlo. Ojo que no estoy diciendo que no quiera cuidarme, comer sano, hacer ejercicio, etc. Estoy diciendo que voy a trabajar para ser feliz con mi cuerpo tal y como es.

Ojalá me equivoque, pero la mayoría de las mujeres no se sienten cómodas con su cuerpo, sobretodo después de la maternidad. En mi caso muchas veces pospongo comprarme cierto tipo de ropa hasta que tenga el cuerpo que desearía tener, el de hace 15 años.  Al final siempre tengo el mismo look aburrido, como si mi cuerpo actual no estuviera a la altura de merecer llevar una prenda determinada.

Aprender a quererme tal cual soy, un propósito nada fácil. Alabando mis virtudes, que también las tengo, y siendo consciente de mis defectos para mejorarlos en lo posible.

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