Os juro que al vivir en una ciudad de montaña y al estar pasando el invierno más largo de mi vida, necesitaba ver que la playa seguía existiendo. El hecho de que hable con mi familia por skype en plena cenita de verano en el paseo de la Patacona también hizo que me pusieran los dientes largos.
Así que le 15 de Agosto aprovechando que es festivo nos cogimos el coche en busca de playa. ¡A dos horas!. Esto es algo que me saca de mis casillas, acostumbrada a estar en 15 minutos desde mi casa, es como si los Madrileños se levantaran un día y dijeran … Hoy vamos a comer paella en la playita.
El aire estaba fresquito, así que, íbamos bien abrigados y ni se nos ocurrió mojarnos los pies, hubiéramos muerto congelados, pero recogimos muchísimas conchas y notamos la brisa del mar.
Con las pilas cargadas de energía y unos cuantos kilómetros en el coche volvimos a casa.
Está nevada la playa?
No, son las olas !!!
la suerte que tenemos con tener el mar a media hora de casa, como mucho.