Mis hijos no son perfectos

Feliz año a todos y mil disculpas de antemano por haber abandonado el blog unos meses. Tengo varios temas pendientes que quería compartir pero la mudanza internacional y las vacaciones de Navidad me han quitado mucho tiempo.

Hoy he hecho el esfuerzo de desempolvar el ordenador y volver a escribir, especialmente porque estos días he estado echando un vistazo a diferentes blogs y libros sobre crianza, educación de una manera o de otra, de madres que te cuentas sus experiencias y hasta madres primerizas recién paridas que te cuentan su día a día. Y he pensado: yo soy madre de tres «Rocío, Nico y Ximena», de tres angelitos gamberros, tres niños encantadores con sus más y sus menos (dependiendo del día, unos días son lo más y otros días un poco menos) y tengo muchas cosas que contar.

Conozco perfectamente las virtudes de mis hijos, os las podría enumerar pero es una lista muy larga, y sus cosillas para  mejorar. Tengo que decir que el otro día conversando con mi marido Pablo me di cuenta que para mi ser madre es una profesión así que me pongo objetivos para logralos con mis hijos e intento formarme sobre educación (aunque alguno no se lo crea) otra cosa es que me salga, os aseguro que la teoría me la sé, ahora la práctica … es más complicada, por eso también confieso que me frustro a menudo.

En uno de los libros que me leí hacían mención de un experimento que  Walter Mischel, un psicólogo experimental en la Universidad de Stanford hizo en 197o, «The Marshmallow Test«. Este experimento consistía en un análisis de la capacidad de autocontrol en niños pequeños. El autocontrol y la impulsividad es un tema que tengo que trabajar mucho con mis hijos, así que decidí ponerlo en práctica para ver que tal salía con mi hijo Nico de 4 años.

<< El experimento consiste en invitar a niñ@s de entre 4 y 5 años y preguntarles: «¿Te gustan los malvaviscos?». La respuesta obtenida por el investigador, siempre era afirmativa. Entonces, el sicólogo le hacía una oferta al pequeñín. El niño podía, o comer un malvavisco de inmediato o, si estaba dispuesto a esperar unos cuantos minutos, éste podía comer dos de las golosinas, en lugar de una.

Prácticamente todos los participantes decidieron esperar. Entonces, antes de salir de la habitación el sicólogo, le decía a los pequeñuelos que si alguien deseaba hacerlo, podía tocar un timbre, y retornaría para que pudiese comer su «marshmallow«. Lo que significaba que renunciaba a la segunda parte de la recompensa.

Ante la situación planteada, la mayoría de los pequeñines no podían resistir la tentación de comérselo de inmediato, un acto totalmente impulsivo.

Mientras esperaban muchos de los niños se cubrían los ojos con las manos para evitar la vista del dulce, otros daban patadas a la mesa o se tiraban del pelo en desesperación y angustia durante el aguardo forzado.

Al final, pocos fueron capaces de esperar los quince minutos. La mayoría sólo duraría un minuto en espera, comiendo la golosina tan pronto como el sicólogo salió de la habitación sin tan siquiera molestarse en tocar el timbre.>>

Bien pues yo le puse a Nico una barrita de chocolate kinder (no hay niño que se resista al chocolate) y le dije que si esperaba «5 minutos» y no se la comía le daría además un huevito Kinder sorpresa (a mis hijos les encanta, yo no lo entiendo mucho porque el chocolate es el mismo y el juguete es malísimo) y esto fue lo que pasó.

Entendió las instrucciones perfectamente e intentó no comer el chocolate, duró varios minutos hasta que empezó a jugar con él y lo olió, ahí no pudo soportarlo más y empezó a chuparlo y a darle bocaditos. Lo más gracioso es que cuando llegué lo había envuelto otra vez como si nada hubiera pasado. No supo decirme como era que habían mordiscos en el chocolate.

Je, je vamos que tengo que seguir trabajando el tema del autocontrol. Ahora, a gracioso no le gana nadie.

Lo mejor de todo es que al ver estos días a los hijos de mis amigas me he dado cuenta de que todos tienen sus cosas; unos no duermen bien por la noche, otros tienen que ir al logopeda, o les cuesta más empezar a andar. Vamos que por suerte todos tenemos niños perfectamente normales e imperfectos.

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3 comentarios

  1. Lara dice: Responder

    Ey!! Como lo de empezar a andar irá por el mío, te informo conlágrimas en los ojos que Julio ya ha empezado a andar!!poco a poco, pero ahí va!! Por cierto, ni yo aguantaría cinco minutos con una chocolatina delante por mucho que me prometas más después, así que entiendo a Nico

    1. amparoredondo dice: Responder

      Me alegro mucho Lara. Al final cada niño tiene un tiempo, solo había que esperar.

  2. FB dice: Responder

    Me gustó tu blog.
    Te dejo el mío por si te interesa leerlo.

    FB

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