Bienvenido al mundo Nico

Nunca me voy a olvidar del momento en el que llegaste al mundo. Creo que han sido de los peores que he vivido en toda mi vida. Dicen que los seres humanos olvidamos las cosas malas que nos han pasado y sólo nos acordamos de lo bueno. Debe ser así, porque si no, no habría tenido más hijos después de ti.

 

Parece que tengo una barriguita reconfortante (es porque no tenía muchos «abdominales marcados» que te molestaran) porque ninguno de mis hijos habéis querido nacer el día que os tocaba. Pero es que tú te llevaste la palma.

Lo sé, dentro se estaba muy bien y muy calentito, pero se acababa el mes de abril y, amigo mío, tocaba salir.

Viví tu embarazo con un mantra que se repetía en mi cabeza:

«Los segundos salen antes. Ya tienen el camino hecho. El trabajo duro lo hizo el primer bebé», … Pues parece que a ti no te llegó esa información.

La cosa es que los días pasaban y los médicos decidieron que tenía que ingresar en el hospital para empezar a provocar el parto. A ver si con algo de química la cosa se movía. Dejamos a tu hermana con los abuelos, cogimos la maletilla y al hospital.

Ingresé en el Hospital General como mucha  ilusión. Por un lado es en el que trabaja mi madre (a veces cuando tratas a un familiar de una compañera lo haces con un poco más de mimo). Por otro lado porque por fuera ese hospital es tan bonito que me dio muy buen rollito.

En fin, para hacer la historia corta, ya de buena mañana me pusieron oxitocina para provocar el parto y me tuvieron el observación. Tenía contracciones, pero no suficientes, por lo que decidieron poner otro tipo de medicamento intrauterino (imposible recordar el nombre, yo sólo confié en los médicos y me dejé llevar) que debía ser más fuerte y más efectivo. Después, decidieron mandarme a la habitación a ver si me ponía de parto y se fueron a atender una cesaría.

Me indujeron el parto y me mandaron a la habitación sin nadie que controlara si mi parto iba progresando poco a poco, o se quedaba estancado. Pues evolucionó.

Evolucionó tanto que empecé a tener contracciones cada vez más seguidas y dolorosas y por mucho que llamaba a las enfermeras de la planta no hacían más que decirme que tuviera paciencia que lo médicos estaban ocupados. Nadie me exploró durante todo ese tiempo.

Recuerdo que le pedí a mi marido que me acompañara hacía el mostrador del pasillo a rogarle a las enfermeras que llamaran a un médico. Recuerdo que casi no podía andar y que su contestación fue «vuelve a tu cama».

Hasta que ya no puede más. Agarré el botón para llamar a la enfermera desde la cama y no dejé de presionar hasta que al final me atendieron. Le grité: mi cuerpo está empujando sólo, por favor ¡quiero ver a un médico!

Al fin se dignaron a venir por la habitación con la promesa de que estaban esperando la camilla, pero yo ya no podía más y cogí la mano a la enfermera y le dije que no se la soltaría hasta que vinieran a llevarme. Aún recuerdo lo desesperada que estaba.

¡Sorpresa! No llegó ninguna camilla sino una silla de ruedas. Ideal para una parturienta. Una celadora me empujo por el pasillo mientras escuchaba a la enfermera del pasillo decir: «los partos no son tan rápidos. Mira, me queda unas dos horas de turno, cuando vuelvas yo ya no estaré. Fíjate si tardarás»

La celadora me dejó el medio del pasillo entre la zona de parto y las salas de dilatación. «Ya te he dicho que no hay ningún médico, están en una cesárea», me dijo. «Pues ella está de parto así que llama a alguien» le dijo mi madre que ya no sabía que hacer para que me atendieran.

Por suerte, como caída del cielo, pasó una matrona que le pidió explicaciones a la celadora por dejarme en medio de un pasillo. «Se ha empeñado en que le vean» dijo la celadora. Entonces la matrona le pidió que me metieran en la sala de dilatación para ver cómo estaba.

«¡Chica, estás completamente dilatada! estás de parto» (pues eso ya lo habíamos dicho nosotras, leche) Y de repente llego un ejercito de enfermeras, matronas y médicos de la nada para atenderme, ahí en medio de la sala de dilatación.

«EPIDURAL por favor llamar al anestesista, ya he firmado todos los papeles con el consentimiento» gritaba yo. «Ay bonita, no te la podemos poner, no te va hacer efecto, tu hijo está asomando la cabeza» (cabeza que se estaba chocando contra la silla de ruedas con la que me llevaron al paritorio) oía que me decía alguien.

«No, pero es que no puede ser, yo he firmado los papeles. Mira he estado aguantando todo este dolor pensando que con la epidural ya no sentiría nada, pero no puedo con mi vida» explicaba yo a no sé quien, esperando que alguien me escuchara y llamaran al anestesista. «No puede ser, así que empuja cada vez que te duela». Y ya no se volvió a hablar del tema.

En ese momento me vino a la mente por qué no fui a las clases de preparación al parto en este segundo embarazo. En qué momento decidí que como ya había ido a las del embarazo de mi hija mayor yo ya me lo sabía todo. Intenté, sin éxito, recordar cómo tenía que respirar, pero es que lo había aprendido hace dos años antes y mi memoria no daba para mucho, y menos en ese instante.

Escuché como me preguntaban si quería coger a mi bebé en brazos nada más nacer (que absurdo, pues claro) pero no me salía la voz ni para contestarle. Entonces vi un pequeño revuelto. «El líquido amniótico está sucio, en cuanto salga se lo lleva la pediatra» contestó alguien.

Mucha confusión, dolor y un apretón a una mano equivocada (una enfermera) en una contracción que me espectó que le estaba haciendo daño. «Llama a mi marido», le dije yo, seguro que él no se queja de mis apretones. Llegó, menos mal, al pobre no le avisaron a tiempo en el nacimiento de Rocío. Ahora con mi madre a un lado y mi marido en el otro, el show podía continuar.

Nació mi niño. Se había hecho el meconio dentro, así que tuvieron que aspirarle las vías respiratorias y lo llevaron a observación. Además de haber sufrido en el parto, tenían que ver que el aparato digestivo funcionaba bien. O al menos es lo que yo entendí en medio de tanto jaleo.

Volví a mi habitación sin bebé y me topé de frente con la enfermera de la planta que me pidió disculpas por su comentario y me alentaba diciendo que seguro que mi bebé estaría bien. Obviamente si me hubieran hecho caso antes, seguramente mi parto había sido de otra manera.

Intenté descansar, era ya tarde. Pero me sentía tan mal tratada que era imposible dormir. Cada vez que cerraba los ojos, me despertaba sobresaltada por todo lo que había vivido. Lo que se llama un parto poco respetado.

Mi madre tuvo la idea de llevarme a las tres de la mañana a ver a mi peque en la sala donde estaba. Había sido todo tan rápido que ni me acordaba de su cara. Las malas lenguas (la familia que lo había visto salir) decían que era rubio.

Por suerte las enfermeras no pusieron ningún pero por llegar a horas intempestivas y me dejaron coger a mi peque en brazos.

«¿Qué le habéis hecho en el pelo? ¿Con qué producto lo habéis limpiado que se lo habéis dejado naranja?» Es lo primero que pregunté. «Con agua, cariño. Tu niño es pelirrojo.» escuché.

 

Y así, mi pequeño Nicolás es como llegaste a este mundo. Dicen las mujeres que prefieren dar a luz sin anestesia que sentir cada contracción hace que luego tengan una relación especial con sus hijos. Debe de ser eso por lo que tengo una conexión distinta contigo.

Como no podía ser de otra manera llegaste haciendo ruido y llevándome al límite. Me pones la vida del revés y me descolocas con tus locas ideas. Contigo me doy cuenta de todo lo que soy capaz de hacer.

Desde hace 7 años, soy la madre orgullosa de un pelirrojo con ojos azules llamado Nicolás.

 

 

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5 comentarios

  1. Laura dice: Responder

    Que recuerdos me han venido a la mente! Qué parecido a mi primer parto! Pero que emocionante.

  2. Anónimo dice: Responder

    Uff que duro fue el parto, pero yo tengo o tenemos (mi peque y yo) una conexión muy especial con mi revoltoso y lo mio fue cesárea, si creo que loa chicos son mucho más especiales con las mamis y eso debe ser la diferencia. Lo importante que al final todo acabo bien, pero la verdad tuvistes un parto desesperante. FELICIDADES NICO que sigas ta guapo como hasta ahora.

  3. Mavi dice: Responder

    Aún me acuerdo cuando fuiste con él a recoger a Rocío al Badall

  4. Mavi dice: Responder

    Felicidades Nico

  5. Siempre se tiene la falsa idea de que el hecho de ser padres acaba con todo lo divertido de que se podía hacer antes de no serlo, por ejemplos los viajes. Hoy en día existen muchos artículos capaces de facilitarte muchísimo la vida durante el transcurso de un viaje a cualquier lugar del mundo. Desde cochecitos super plegables, 2 o 3 en uno y sus respectivos complementos. No abandones tu forma de ser por cumpla de tus pequeños con consigue que estoy adquieran tu espíritu aventurero.

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